La primera ceremonia que realicé fue hace 18 años, cuando una amiga —que me conocía profundamente— me pidió que le escribiera algo bonito para su boda. Lo hice con el alma, sin imaginar que ese gesto marcaría el inicio de un camino lleno de sentido. Desde entonces, comenzaron a llamarme otras parejas, y así nació, de forma natural, mi vocación como Maestra de Ceremonia.

Fui notaria en Cuba durante más de quince años. Aunque mi mundo era el del derecho, todos mis colegas sabían que también soy artista de alma. Me gradué como locutora profesional, fui presentadora de televisión, actriz, escritora y declamadora. Toda esa experiencia vive hoy en cada ceremonia: en la palabra, la voz, la escena y la emoción.

Hoy, después de casi dos décadas, sigo creando ceremonias con una mezcla muy personal: la sobriedad y elegancia de mi formación jurídica, unidas a la emoción, la intuición, la belleza y el buen gusto que me definen.

El sello que le doy a cada ceremonia se basa en la puesta en escena, con criterios artísticos que cuidan cada detalle: los tiempos, la musicalidad del relato, la atmósfera, la conexión con las emociones.

Creo profundamente en las energías, en las vibraciones que emanan de las personas y en lo poderoso que puede ser un momento bien narrado, bien sentido. Mi deseo es dejar una huella en cada persona que asista a una ceremonia, y que al terminar… se vaya un poco más feliz.